Aunque poco a poco va existiendo una mayor sensibilidad social hacia la problemática de la violencia física dentro de la relación de pareja, quiero llamar la atención hoy sobre otra cuestión como es el maltrato psicológico, esa otra violencia, con tanta frecuencia inadvertida.
Hablamos de un tipo de maltrato que no sólo puede pasar desapercibido para familiares y allegados, sino en numerosas ocasiones también para la persona que está inmersa en él, un tipo de maltrato que si bien no acaba con la vida de la víctima -lo cual puede llegar a ocurrir con la violencia física- sí puede destruir personalmente a quien lo padece. Si bien existen diversos grados de maltrato psicológico, al igual que ocurre con el físico, la dinámica que subyace es similar.
Es preciso aclarar, antes de continuar, que aunque las cifras hablan por sí solas, no sólo existe violencia y maltrato del hombre hacia la mujer, hay hombres maltratados por sus parejas, e igualmente existe maltrato tanto físico como psicológico entre parejas homosexuales de ambos sexos.
Existen muchos tópicos con respecto al maltrato que constituyen grandes obstáculos para entender y abordar este problema. Por ejemplo, se suele explicar en base a la falta de medios económicos el que una mujer conviva durante años con su maltratador, argumento que va unido con frecuencia al de la falta de estudios o de formación.
Sin embargo, en el trabajo clínico con personas que viven o han vivido maltrato psicológico (o físico) -mujeres en su mayoría, pero también algunos hombres- nos encontramos realidades muy diferentes, lo cual plantea diversos interrogantes. ¿Cómo explicarse que personas inteligentes, con estudios universitarios a veces, en ocasiones con logros profesionales importantes, con amistades, atractivas, y con reseñables capacidades y cualidades, puedan quedar «atrapadas» y «aceptar» una relación de maltrato?, una relación en la que puede haber diversos ingredientes en mayor o menor medida, tales como descalificaciones, desvalorizaciones, críticas, humillaciones, aislamiento emocional, insultos, gritos, etcétera. Hay que considerar varios elementos que iremos desarrollando a continuación.
Por un lado, se trata de un tipo de relación que no suele aparecer desde el inicio y que suele irse instalando en un proceso lento y paulatino. La mayor parte de personas maltratadas psicológicamente relatan una situación inicial de relación de pareja muy diferente del maltrato, incluso más bien la contraria, su pareja era una persona atenta, cariñosa, dialogante, receptiva a sus ideas, volcada en la relación, generosa, etcétera. Para resumir, alguien encantador/a, de quien era difícil no enamorarse. También la mayor parte relatan cómo en un momento -sin comprender muy bien por qué- empezaron a surgir pequeños detalles, muy sutiles y puntuales, de cuestionamiento o crítica hacia su persona por parte de su pareja: sobre su aspecto físico, su manera de vestir, hacia las personas con las que se relacionaba (amistades o familia), sobre algún rasgo de carácter, algún gusto, sobre cierta actitud o reacción. Cuentan también cómo al tratarse de situaciones aisladas, esporádicas y aparentemente sin trascendencia, habían ido evitando esos puntos de conflicto, dejando de ponerse tal ropa, de manifestar determinada idea o gusto, de hacer tal cosa, de relacionarse con tal persona, en un intento de evitar las tensiones y los problemas y, por supuesto, el malestar a su pareja, tratando de recuperar la situación de armonía vivida anteriormente. Comenzaba a instalarse la dinámica de relación de maltrato en un proceso progresivo e imparable, en el cual las críticas y enfados iban en aumento.
Todas coinciden en la gran confusión vivida durante este proceso, pues no comprendían cómo esa persona tan maravillosa durante meses, estuviera actuando así, lo cual conducía a cuestionarse qué estarían haciendo mal, todo ello aderezado de los reproches y culpabilización que su pareja les hacía llegar. De esta forma, poco a poco, habían ido cediendo su terreno personal, quedando más y más a merced de su pareja, cuyo poder y capacidad de destrucción había ido en aumento. Es como si se hubiera ido tejiendo una especie de tela de araña que dificultaba ver la situación con cierta perspectiva, impidiendo poder interrogarse sobre la relación y salir de ella.
No es necesario insistir en que las relaciones humanas implican diferencias, tensiones y conflictos, y por consiguiente las de pareja también. Una buena relación de pareja no es aquella en la que no aparecen diferencias o tensiones, sino aquella en la que tales diferencias pueden tener cabida y se pueden afrontar y elaborar, junto con las situaciones y sentimientos de frustración y conflicto; es aquella en la que hay intercambio y cooperación, en la que la base es la igualdad entre las dos personas y no el poder o el dominio de uno sobre otro, es decir, es la que permite el desarrollo y bienestar de ambos miembros de la pareja.
Por otro lado, no hay que confundir tolerancia, flexibilidad, carácter dialogante o empatía- aspectos positivos y esenciales en las relaciones humanas y por supuesto de pareja- con este tipo de relación perversa de la que hablamos, en la que un sujeto se sostiene a costa de la «aniquilación» (en distinto grado) del otro.
Si bien el recorrido de la lenta instalación de la relación de maltrato, expuesto anteriormente, no está exento de malestar y dificultades para cualquier persona que pudiera vivirlo -ya que no es fácil ir conociendo aspectos tan cuestionables de alguien con quien se ha iniciado una relación-, es cierto, por otro lado, que no todas las personas quedarían atrapadas. Seguramente muchas de ellas serían capaces de detectar esas «reglas del juego» que el maltratador intenta instaurar en la relación, enfrentándose a él, surgiendo el conflicto y con certeza la ruptura. Para otras personas, sin embargo, esto no llega a ser posible, y se trata de una situación sumamente difícil pues, como decíamos, no pueden percibir que la tela de araña se va construyendo a su alrededor e incluso llegan a responsabilizarse de que surjan los conflictos. ¿Por qué esa dificultad?, ¿por qué la persona no puede darse cuenta de lo que ocurre y en ocasiones, aunque lo vea, no puede salir?
Entre las víctimas de maltrato psicológico abundan las personas que necesitan recibir aprobación de los demás, con gran necesidad de agradar y ser queridas, dependientes emocionalmente, con tendencia a la idealización de la pareja y a desvalorizarse a sí mismas, que muchas veces han vivido en su familia relaciones muy autoritarias, de dominio y control por parte de sus progenitores, que se han sentido poco queridos o escasamente valoradas y reconocidas, entre otras cosas.
En una relación sentimental, en la formación de una pareja, intervienen aspectos conscientes -existe un punto de elección-, pero también inconscientes, la subjetividad de la persona está implicada y se pone a prueba, los propios conflictos inconscientes están en juego y se plasman en dicha «elección». Las vivencias de la infancia, el tipo de vínculo con los propios padres, la relación que estos han mantenido, así como otras cuestiones relacionadas con la propia historia personal, dejan su huella en cómo una persona se coloca en la relación con los demás, y por tanto en el tipo de relación de pareja que podrá establecer posteriormente. Acercarse a estas cuestiones, reconocerlas, comprender su alcance, para poder llegar a cambiar de posición, suele requerir ayuda psicoanalítica que posibilite un espacio en el que todo ello pueda surgir y elaborarse.
Para terminar no quiero dejar de insistir en la complejidad de la problemática de la que hablamos, ya que como vemos no son aspectos racionales, ni por supuesto económicos, los únicos en juego. Es fundamental, además, superar el planteamiento del maltrato en términos de «maltratador-víctima», el cual puede llevar a consolidar la misma situación, pues tal planteamiento no introduce en la reflexión cuál es la «implicación» de la víctima en la situación de maltrato, «implicación» que, lejos de significar que la persona quiera sufrir o disfrute pasándolo mal, tiene que ver con esos aspectos personales e inconscientes mencionados, sobre los cuales sí se podría llegar a actuar si se descubren y abordan, y los cuales están haciendo posible que la persona entre en la situación de maltrato, sin poder reconocerla y/o reaccionar contra ella.
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