¿Existe eso que llamamos «Normal»?

Hoy en día, procesos comunes -tal como es el duelo, por ejemplo- están siendo diagnosticados como trastornos psicológicos y medicados. El duelo es un proceso de elaboración de una pérdida, en este sentido podemos decir que se trata de un proceso “saludable”, sin embargo, con frecuencia se está diagnosticando como “depresión”, administrándose antidepresivos.

¿Qué referentes se están aplicando al funcionamiento psíquico para determinar y concluir, como ocurre con el proceso de duelo, que estamos ante un trastorno –depresión-, y que constituye algo a medicar?

¿Qué es «normal»? ¿Existe eso que llamamos «normal» cuando hablamos de la psique humana?

Aparte de que generalmente nos tranquiliza poner esa barrera “Normal / Patológico” y colocarnos detrás, en el lado de “lo normal”, ¿dónde está el límite entre lo normal y lo patológico? ¿existe realmente este límite?

Es un tema importante porque dependiendo de la concepción que exista sobre ello se derivan cuestiones trascendentales: ¿qué es y cuál es el sentido del síntoma? ¿de qué se trata a nivel terapéutico?, etc.

“Normalidad” es un concepto confuso, parecería que sabemos de qué hablamos, pero no es así.

En los Manuales de Psiquiatría contemporáneos, con el predominio de la psiquiatría biologicista, queda patente que:

  • “Normal” es un término estadístico que hace referencia al promedio aceptado.
  • “Normal” hace referencia a lo que se toma como norma o regla social, aquello que es regular y ordinario para todos.

La primera definición (término estadístico) no puede aplicarse a lo psíquico, ya que las variables no son mensurables. No es posible hacer promedio.

La segunda (norma o regla social) parece aplicable, pero si pensamos en lo psíquico, ¿quién determina lo que se toma como norma social?, ¿quién y cómo establece qué es aquello regular para todos? Temas como el tratamiento dado a la homosexualidad hasta no hace muchos años son claros ejemplos.

Como vemos hay una dimensión ideológica en juego que es algo fundamental porque tiene que ver con la forma de entender el funcionamiento de la psique humana, y ello va a determinar la manera de trabajar de psicólogos y psiquiatras.

Podríamos decir que hay dos perspectivas fundamentales:

 Una, en la cual se entiende que hay una normalidad y se intenta conducir y adaptar los pacientes a ella. Esta corriente trata los síntomas como algo a eliminar con rapidez y a toda costa. El síntoma es el trastorno.

Otra, en la cual se acepta que no hay un modelo al que adaptar a las personas, y se busca escuchando a los pacientes, abrir el camino a cada persona para que ésta se desarrolle, a partir del conocimiento de su propia naturaleza, y de elaborar aquello que le ha hecho ser quien es. En esta corriente los síntomas son algo a escuchar, y se resuelven sabiendo lo que estos vienen a decir. Hablamos del enfoque psicoanalítico. No intenta eliminar los síntomas de entrada, no aspira a reconducir a ninguna supuesta normalidad, uniformizada.

Es decir, resumiendo, a nivel del tratamiento terapéutico:

¿Se dirige al paciente o se trabaja con él?

¿Se dirige un tratamiento o se adoctrina al paciente?

¿Se somete a un ideal, normalización, etc., o se acompaña al paciente en la búsqueda (podríamos decir) de su propia libertad?.

No es sólo una cuestión de suministrar o no pastillas lo que está en juego sino también esta “dimensión” ideológica de la que hablamos.

Hoy en día predomina un enfoque biologicista del funcionamiento psíquico (desequilibrios neuroquímicos, déficit de serotonina, etc.), con enormes consecuencias.

Lo que se utiliza a nivel mundial, y predomina, para catalogar los supuestos problemas mentales, es el DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico, -Asociación Americana de Psiquiatría-). Es el manual en el que se definen y se describen las supuestas patologías mentales. En la actualidad se utiliza la 5ª revisión (de 2013),

Este “Manual” se revisa periódicamente para supuestamente adaptarlo a los “avances del conocimiento científico”. El problema es que hablar de “lo científico” es sumamente complejo tratándose del psiquismo humano. Y, además, esta clasificación en “enfermedades o trastornos mentales” es una agrupación por síntomas, lo cual es sumamente problemático.

En cada revisión se añaden supuestas «enfermedades o trastornos», muy discutibles, que provocan una medicalización excesiva, o nombrar como «trastornos/ enfermedades» cuestiones que serían más bien problemas del día a día (ej. llegar a confundir un proceso de duelo con depresión, o niños con rabietas por falta de límites con “hiperactividad y déficit de atención”). Los efectos de todo ello son bastante perniciosos y muy cuestionables. El mismo Allen Frances (Nueva York, 1942), que dirigió durante años el Manual Diagnóstico y Estadístico y dirigió el equipo que redactó el DSMIV está siendo muy crítico con este tema y ha escrito un libro al respecto.

El Dr. Frances, explica cómo ya en el DSMIV se introdujeron nuevos trastornos que luego han conllevado una multiplicación exponencial de diagnósticos y medicalización, pues si dichos trastornos existen formulados como tal, los psiquiatras y profesionales los diagnosticarán, sobre todo cuando al mismo tiempo (y ese es el gran problema) se están ofertando por parte de las farmacéuticas medicamentos que supuestamente los tratan, creando un círculo vicioso de nefastos efectos. Él argumenta que esto está ocurriendo con diversos temas: el llamado Déficit de Atención e Hiperactividad, el Síndrome de Asperger, etc. Cita que en Holanda en 2009 (después de aplicar el DSMIV) ya el 34% de los niños eran tratados de Hiperctividad y Déficit de Atención, y cuenta que de forma general los nuevos criterios establecidos sobre la hiperactividad en el DSMIV hicieron que el diagnóstico se multiplicara por 40.

Puesto que el Manual es una especie de guía mundial, los efectos se observan mundialmente.

Con respecto al DSMV (2013), muy criticado, y en el que él no participó, dice que la “inflación diagnóstica que se dio con el DSMIV supondrá una hiperinflación con el DSMV”, y comenta que con esta nueva revisión “todos podríamos ser considerados prácticamente enfermos mentales”, añadiendo “hemos creado un sistema diagnóstico que convierte problemas cotidianos y normales de la vida en trastornos mentales”.

Son cuestiones trascendentales, ya que muchas personas que pueden consultar por tener determinados síntomas o dificultades, se encuentran con frecuencia con un “diagnóstico” del tipo: “Ud. Tiene depresión”, “su hijo tiene TDAH”, etc. Y por desconocimiento, entre otras cosas, lo toman a la manera de una enfermedad: tienen un trastorno/enfermedad, es necesario medicarse, con el objetivo de restablecer el supuesto estado de “normalidad”, y así conseguir eliminar esos síntomas.