A lo largo del desarrollo infantil pueden existir situaciones problemáticas y síntomas que ocasionan una clara inquietud en los padres, quienes a veces se preguntan si deberían consultar. Frecuentemente deciden esperar con la confianza de que el paso del tiempo y el crecimiento y desarrollo del niño solucionarán los problemas.

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Los niños suelen hacer síntomas en aspectos importantes para los padres, o relacionados con funciones corporales importantes en la relación con ellos, como son la alimentación, el control de esfínteres, y también otras, como el sueño, la movilidad, el aprendizaje y el rendimiento escolar, entre otros. Los síntomas expresan un conflicto, por lo que es importante desvelar cuál es ese conflicto que subyace y no la apariencia externa del síntoma. Un mismo síntoma no significa lo mismo en un niño o en otro.

El desarrollo del niño, además, no constituye un proceso lineal, dirigido por lo meramente instintivo, conforme a distintas etapas cronológicas o de maduración, sino que tiene obstáculos, dificultades, conflictos que son intrínsecos a la misma estructuración psíquica. Por ello no es raro que puntualmente aparezcan ciertos síntomas, tales como pesadillas, miedos, inhibición, inquietud, etcétera...

Está indicado consultar cuando por la intensidad del síntoma o problema, por su permanencia en el tiempo, o por afectar a las facultades o capacidades del niño no es posible suponer una presencia pasajera, puntual o intrascendente de dicho síntoma.