Lo que antes constituían casos muy aislados: los adolescentes y jóvenes que se realizaban cortes y autolesiones, se ha ido convirtiendo desde hace pocos años, y de forma progresiva, en un problema preocupante. Al compartir esta cuestión con colegas de diferentes lugares, hay un sentir general con respecto a esta problemática y se detecta un visible aumento.

Indagando, en artículos, noticias, datos de los servicios de psiquiatría juvenil de diferentes hospitales, las conclusiones van en la misma línea.

El Proyecto Seyle, Proyecto Europeo para la prevención del suicidio y conductas autolesivas, y para la mejora de la salud mental en adolescentes, en el que participan doce países (once europeos), habla de autolesiones en casi un tercio de adolescentes, entre 12 y 18 años, el mayor número en los 13 y 14.

Hasta hace una década, este tipo de síntomas se asociaba al diagnóstico “Trastorno Límite de la Personalidad”, sin embargo, actualmente se trata de algo de mayor amplitud, y no es posible circunscribirlo de este modo.

Se trataría de un medio que los adolescentes están empleando para “controlar” el malestar psíquico, de alguna forma el dolor físico les sería más fácil de manejar que el emocional.

Por otro lado, este tipo de conducta es al mismo tiempo una “expresión” de algo que no se puede expresar de otra manera, como si el adolescente no tuviera otras herramientas, no supiera o no pudiera “decirlo” de otro modo. No se trata simplemente, como a veces se considera a propósito de este tipo de actuaciones, de “llamar la atención”, sería una especie de “lenguaje”. Esta forma de “expresión” pone de manifiesto la existencia de importantes dificultades de simbolización.

¿A qué se debe?  ¿por qué dicha forma de “expresión”?

 

Causas

Podemos referirnos a cuestiones como las siguientes:

La proliferación de las familias desestructuradas, con una ausencia de relaciones familiares sólidas.

Falta de modelos, guías y referentes, los cuales, hoy en día están constituidos más bien por las redes sociales, “youtubers”, “blogueros”, videos diversos, internet, en los cuales, aunque puedan existir contenidos positivos, interesantes o enriquecedores, otros muchos no lo son. Por ejemplo, y es un gran problema que va en aumento, actualmente los adolescentes tienen un acceso muy precoz a contenidos pornográficos, origen de una gran distorsión a la hora de cómo viven las relaciones sexuales y de pareja, generando multitud de problemas. Este es solamente un ejemplo. También, en relación al tema que hoy tratamos, existen páginas que incluso asesoran y alientan sobre el “cutting” (hacerse cortes).

Existe una tremenda falta de autoridad en el sentido que hablamos: autoridad bien entendida, es decir, ausencia de guías, referencias, ideales, valores éticos y morales, límites adecuados, etc.

Al mismo tiempo prevalece un exceso de sobreprotección de los niños (tanto en las familias como en la escuela); se tiende a ahorrarles frustraciones cotidianas, sinsabores, experiencias de pérdida apropiadas a su edad.  Abundan las actitudes consistentes en darles de todo, ceder a sus caprichos, de este modo los niños no se ejercitan en vivir pequeñas contrariedades diarias, en tener que lidiar con esfuerzos y con ciertas contenciones propias.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que la pubertad conlleva una verdadera transformación corporal. Es una etapa en la que el adolescente, además, ha de recomponer y reordenar los afectos y las representaciones, es decir, está involucrado todo su psiquismo. Para poder “aceptar” ese nuevo cuerpo, ha de hacer el duelo de su cuerpo de la infancia, así como de las figuras de los padres de la niñez. Se trata de una fase de la vida extraordinariamente compleja.

Cuando la capacidad de simbolización no consigue transitar por el lenguaje, todo lo que no se puede elaborar se expresa o se muestra en el cuerpo, lo cual está en el origen de distintos problemas: enfermedades psicosomáticas, anorexia, bulimia, o de lo que hablamos hoy, cortes y lesiones, entre otros.

Esta imposibilidad de simbolización puede aparecer frente a diferentes situaciones de la vida: traumas, crisis, duelos, es decir, ante lo que nos supera, lo que nos resulta difícil de explicar y de elaborar.

La adolescencia es una fase muy propicia a estas dificultades de simbolización, debido a que los cambios son enormes. Es como si el adolescente intentara procesar a través de una marca visual: el corte (imaginario), algo que tendría que ser elaborado en un nivel de procesamiento mental, usando la palabra, el lenguaje (ámbito simbólico).

 

¿Qué hacer?

Una vez que se detecta el problema (que el adolescente se autolesiona), será preciso consultar. Es fundamental que exista un espacio de escucha en el que pueda desplegarse e irse construyendo dicha posibilidad de simbolización.

 

¿Cómo se puede prevenir?

La prevención en todos estos temas nos traslada a tiempos muy anteriores a cuando surge el problema. Hay cuestiones fundamentales:

  • Hablar mucho y escuchar más, desde niños, teniendo en cuenta que escuchar no equivale a oír, es transmitir a los hijos que nos interesamos por lo que sienten, que queremos comprender su perspectiva, que hay cosas que expresar, aunque ello no conlleve necesariamente estar de acuerdo con todo o aceptar sin más todo lo que quieren o plantean.
  • Ser y hacer de padres: dar a los hijos amor, protección, sostenimiento emocional, presencia, pero no sobreprotección.
  • Convivir con los hijos, compartir vivencias y experiencias. Es fundamental favorecer, promover, estimular la simbolización de dichas vivencias, es decir, poner palabras a las experiencias y acontecimientos, hablar con los hijos, promover la expresión con el lenguaje, los cuentos, las historias, la lectura y la escritura.

Se trata de algo importantísimo, especialmente hoy en día en que los niños son criados con la TV, el móvil, la tablet, en general distintos tipos de pantallas, quedando sumergidos en el mundo de la imagen.

Desde los primeros meses reciben estímulos visuales que les llegan de forma pasiva, sin tiempo ni elementos apenas para procesar y comprender, lo cual, aunque tenga una parte positiva y estimulante, implica cada vez más un tremendo déficit de todo lo que es la interrelación con los padres y adultos a través de hablar, contar experiencias, transmitir historias, en resumidas cuentas, simbolizar.

  • Poner límites. El amor y el respeto a los niños no equivale a ceder a todas sus demandas.
  • Permitirles experimentar los sinsabores y frustraciones de la vida, intentar evitárselas es un gran error de enormes consecuencias, como siempre hablamos.