La muerte de un alumno.
El fallecimiento de un alumno es un suceso muy impactante y dificultoso.
¿Cómo abordar esta situación con los compañeros y el resto de alumnos?
Hoy quiero referirme a ciertos aspectos a contemplar en ese difícil momento, tanto con los alumnos como con los profesores.
Es fundamental que la noticia sea comunicada por alguien ya conocido para los niños y no una persona exterior al centro educativo (aunque fuera psicólogo/a), considerando que lo fundamental en estos momentos es que no sólo sean informados de lo sucedido, sino que puedan hablar de ello, expresar sus sentimientos, es decir, llorar, estar tristes, sentir rabia, ira, etc. Y todo ello será más posible en un entorno conocido y acogedor.
Hay que tener en cuenta que:
- No hay ninguna forma de hacer un duelo más que atravesarlo, es un proceso, un recorrido.
- Una pérdida tan importante como es un compañero, un alumno, y por supuesto, un hijo, es algo inmensamente traumático, y poder ir elaborándolo, asumiendo, implica dicho proceso de duelo. Estar en duelo es doloroso y difícil, y es un arduo trabajo psíquico. El Duelo es un proceso de “sentir dolor”, es un camino que hay que ir transitando y atravesando.
- Como padres, profesores o adultos siempre nos gustaría ahorrar sufrimiento a nuestros hijos, alumnos, o a los niños en general. Pero eso no es posible, las pérdidas forman parte de la vida desde que nacemos: perder el seno materno, dejar de ser hijo único, perder una mascota, perder un abuelito, etc. Todas estas vivencias de la vida, con distinto alcance, son experiencias de pérdida e implican su proceso de duelo.
- Lo traumático de tales experiencias no sólo tiene que ver con la experiencia real en sí misma, que puede ser arrolladora, profundamente triste, dura, difícil; tiene que ver con dejar al niño sin herramientas o elementos de simbolización de esa situación, como puede ocurrir, por ejemplo, si no se le aclara qué ha pasado, si no se habla, si se instala el silencio o el tabú.
- Según cómo se aborde por parte de los adultos, aunque sea con la mejor intención de ahorrar sufrimiento, el niño puede quedar sin herramientas justamente para abordar o elaborar dicha pérdida, conformando una especie de “agujero” que no permite que esa herida emocional cicatrice. Por ejemplo, peor y más traumático que decirle a un niño que su padre le abandonó cuando era pequeño -lo cual será tremendamente penoso para un niño- es no decirle nada, dejarle en ese silencio y vacío. Es igual con todo tipo de pérdidas, y se cometen muchos errores, intentando ahorrar a los niños la tristeza o el sufrimiento y no hablando de lo ocurrido. Se les dificulta justamente el proceso de duelo.
- Si una herida duele, todos aceptamos que hay que desinfectarla, que molesta o incluso duele al hacerlo, que llevará su tiempo de curación. No se nos ocurriría poner una venda sin desinfectar y sin realizar las curas necesarias; no pensaríamos solamente en tomar analgésicos para el dolor, o mirar para otro lado para no verla.
- Lo que no se hace con una herida física se hace con frecuencia con esas otras “heridas”, las del alma, con las experiencias difíciles (pero importantes) de la vida que causan sentimientos o emociones intensos. Esas experiencias, que producen “heridas del alma” (muerte u otro tipo de pérdidas), también llevan su proceso de “cicatrización”, para lo cual tenemos también ciertos recursos: ese trabajo/proceso psíquico que es el duelo.
- Hay actitudes que son muy frecuentes y dificultan tremendamente el proceso de duelo del niño, con todo lo que ello supone para el futuro. Ya nos hemos referido en algún otro artículo a algunas de ellas, por ejemplo:
- Ocultar la pérdida (Por ej. no decir que el abuelo murió, se dice que fue de viaje y ya está, no se habla).
- Decir mentiras insostenibles sobre lo ocurrido, ej. “está de viaje”.
- Excluir a los niños de los momentos importantes (hospital, entierro, etc.) Una cosa es evitarles ciertas situaciones impactantes, según la edad, otras apartarles de todo.
- No tolerar que el niño esté triste, abatido, llore, etc., insistiendo en “tienes que ser fuerte, los chicos no lloran”, etc.
- Instalar un manto de silencio sobre todo lo que tiene que ver con la pérdida (tabú).
- No dejar que el niño tenga sus experiencias de pérdida, por ej. pierde una mascota y se compra otra inmediatamente.
- Evitar que el niño experimente situaciones cotidianas de tristeza, pérdida, falta, etc.
Dicho todo esto, ¿qué se puede hacer como maestros, como profesores, como Colegio, para facilitar el proceso de duelo de los alumnos y de los mismos profesores?:
- Informar de lo ocurrido.
- Promover que puedan hablar de ello y expresar lo que sienten: tristeza, rabia, incredulidad, desesperación, etc. Cada niño tendrá sus momentos y lo hará a su forma. Dar espacios tranquilos y con tiempo para hablar de ello, dibujar, escribir sobre lo que piensan o sienten, es decir, todo lo que constituyen formas de elaboración y simbolización de esas intensas emociones. El shock puede ser tan grande que algunos niños tiendan a no querer oír, ni hablar de lo sucedido, lo cual es más preocupante y suele ser indicativo de un proceso de duelo complicado y dificultoso. Es importante insistir en que hablen, expresen, de la forma que sea, al contrario de lo que con tanta frecuencia se plantea como “pasar página”, u olvidar rápidamente lo ocurrido, pues en este caso hay una dificultad de elaboración de la pérdida, con importantes y negativas consecuencias.
- Es fundamental insistirles en que llorar, estar triste, etc. no tiene nada que ver con ser débil, frágil, o poco valiente. Más bien al contrario, eso es lo lógico, lo normal y lo saludable. Si no sintieran tristeza y dolor querría decir que su compañero/alumno no les importaba. Hay que hacer hincapié en que respeten los sentimientos de cada uno; los niños suelen tener mucho temor al juicio de los demás, a ser desvalorizados, han de comprender que en esta situación lo valioso y lo positivo es, dicho así, poder estar triste y expresarlo. (Insisto mucho porque esto es fundamental), y han de respetar el distinto ritmo y momentos de sus compañeros. Cada uno lleva su propia evolución.
- Tienen que saber que el duelo es un proceso, y no es algo de un día, una semana o un mes. Es normal que pasen por distintos momentos y estados de ánimo, que van y vuelven, todo ello es esperable, “natural”, podríamos decir, no es que estén “deprimidos”, están haciendo el duelo por la pérdida de su compañero.
Comentarios recientes